la «casería», la «Quintana» : Hablar de la casería(1) es hablar del paisaje asturiano, el poblamiento rural, usos y costumbres, tradiciones, economía, ritos… La casería es una unidad de explotación agrícola integral, muchas veces surgida a raiz de la roturación de terrenos yermos y montes que configura el paisaje astur desde tiempos medievales; explotaciones familiares otorgadas a sus beneficiarios a través de foros y contratos para potenciar la explotación de los terrenos y consolidar el avance de cultivos y praderías favoreciendo además el establecimiento de pequeños núcleos de vida aldeana. El centro de la explotación familiar es la casa y apéndice inseparable el hórreo o panera, que junto con otras dependencias auxiliares (cuadras, llagares, tendeyones…) constituyen los techos, es decir el núcleo vital de la explotación campesina. Junto a ellos, las tierras adyacentes dedicadas a huertos y de forma disociada, tierras destinadas a pastos para el ganado y a frutales (la pomarada). La casería es una explotación económica, pero también tiene una fuerte dimensión social (a través de fiestas y actividades compartidas con otros vecinos) cultural y ritual: la casa no es sólo un edificio, es lugar de trabajo, de recolección y de socialización, de vida, nacimientos, matrimonios y funerales. Casa Antonino, en Trubia, poblo de la Abadia de Cenero, forma parte de esta historia.
VL. Oct. 2013
[1] Extracto del texto presentado en la exposición Paisajes de la rêverie de Virginia López en el Centro Valey de Piedras Blancas (4-31 octubre 2013). Recomendamos la lectura de la publicación de Cristina Cantero Fernández, “Etnohistoria del Cotu de Curiel, (Cenero/Xixón)”. Editado por la Fundación Municipal de Cultura, Educación y Universidad Popular. Red de Museos Etnográficos de Asturias (Muséu del Pueblu d’Asturies).2003.
Casa Antonino fue levantada con su forma actual (ampliación de una casa y Quintana anterior), piedra a piedra, en los años 40 del s.XX por Manuel Díaz Fombona y Margarita Martínez en la aldea de Trubia, perteneciente a la parroquia “rural” de Cenero, en Gijón (Asturias). En ella vivieron con sus hijos Manuel (Manolín) y José Luis (Pepín) y después Manolín con su mujer Elena. El matrimonio no tuvo hijos. Cuando nosotros llegamos Casa Antonino ya estaba muda y vacía. Tras la muerte de Manolo -que ya vivía en Gijón, Elena decidió ponerla en venta, y así fue como aparecimos nosotros en Casa Antonino.
Somos de los lugares a los que llegamos, somos de las huellas de quienes nos han precedido, somos los paisajes que hemos vivido o imaginado.
Llegamos a Trubia un día de lluvia del mes de agosto del 2013. El verano asturiano nos hacía los honores. Entramos en el pueblo lentamente, siguiendo las vacas de Laureano que salían de la cuadra. Giovanni y yo habíamos decidido fijar nuestra residencia y lugar de trabajo en Casa Antonino después de más de 15 años viviendo en Florencia (Italia). La decisión no fue fácil y todos nos decían que era bastante temeraria considerando la situación económica general y que ya teníamos nuestra actividad profesional asentada en Italia. De todas formas, queríamos realizar nuestro proyecto de vivir en el campo, uniendo arte, territorio y vida cotidiana. Vinimos a ver Casa Antonino el verano anterior, en el 2012 y un año más tarde estábamos aquí, con la casa a cuestas. Fue fruto de una serie de coincidencias (?), nosotros buscábamos algo similar en la Toscana cuando mi madre me dijo que la casería de la hermana de una amiga suya estaba en venta. Fue amor a primera vista y a veces las decisiones se toman así, a corazonada.
Mi madre vivió en Veranes, una aldea al lado de Trubia, durante los años difíciles de la posguerra. Había nacido en La Nueva, un pueblo minero en la zona central de Asturias, pero los desgarros de la guerra civil hicieron que su madre Pilar decidiera emigrar a Buenos Aires para no volver nunca más y dejara a su hija con su amiga y vecina, Ángeles, a quien yo siempre he llamado abuela. Sin duda esta pérdida, ha sido la causa fundamental de que mi madre recuerde todavía hoy con dolor su infancia en Veranes y todo lo relacionado con estos paisajes. Los padres de Ángeles, poco después de terminar la guerra civil, compraron una casería en Veranes, Casa La Burbuja, probablemente por esa gana de tierra que da el haber pasado hambre y dificultades durante la guerra. Así fue como mi madre, en los años 40 y con unos cuatro años vino a vivir a Veranes, donde se quedaría hasta los ‘60, para después coger su ansiado tren a la ciudad de Gijón y no volver más, bueno, de visita. Aquellos fueron tiempos difíciles para todos y para una niña que en cierta forma se sentía abandonada y diferente, la vida no debió de ser fácil. Quizás no muy diversa de la vida de los otros niños del pueblo, pero sus recuerdos y vivencias están marcados por el sentimiento de abandono y desarraigo.
Este es mi lazo de unión con este lugar, a través de mi madre (aunque a ella le pese). En estos cinco años, Giovanni y yo hemos restaurado la casería con mimo, podado los viejos manzanos e intentado mantener la memoria de quienes la crearon. Hemos pasado a formar parte de su historia y queremos seguir construyéndola. Los usos serán diferentes, pero somos felices, porque hemos abierto de nuevo Casa Antonino y su historia continúa.
Cuento todo esto porque PACA es Casa Antonino, su historia, sus gentes, su memoria, individual y colectiva.
Comments are closed